Nuevo incidente
en GHI. Todo apunta a que ocurrió durante la fase REM del sueño de los
huéspedes que dormían en los cómodos colchones king size de las habitaciones de GHI. En ese momento, en el que la
mayoría de ellos se hallaban sumergidos en ensoñaciones de profundidad
insondable, de forma súbita, y sin que aún se conozcan las causas, todo lo que se
soñaba reflotó, tomando cuerpo y vida a los mismos pies de la cama de cada uno
de los durmientes. Aunque en el discurrir de los hechos existen lagunas
insoslayables, también es fácil imaginar qué sucedió después. Todo lo soñable
campaba a sus anchas por las instalaciones de GHI. El Palacete del Té, el
Robledal, la Azotea, los Jardines… en fin, no hubo un rincón que no fuera
ocupado por toda aquella materia delirante. Se pudo observar un sitial magenta,
un volcán estromboliano, una ladrona diamantista, un galán de noche dorado, un
bosque de árboles con ojos, un águila de jade, una servilleta con manos y bocas,
un murciélago blanco, una puerta entreabierta, un incendio y dos que lo miran, un
mar endiablado, multitud de animales imposibles y de nubes multiformes, infinidad
de seres embrionarios, un número considerable de personas voladoras, etc., etc.
Podríamos llenar páginas y páginas con el censo de lo que allí había. Si hasta hubo
quien columbró al escurridizo D. Juan Llampallas, sin que hasta el momento,
desde esta redacción, hayamos podido constatar si era él o la emanación onírica
de algún alojado o alojada.
Se vivieron
momentos de gran tensión, pues el caos alcanzó dimensiones monumentales, muy a
lo GHI. Pero en este punto hay que alabar el buen hacer del Director del hotel,
el Sr. Bertholoff, que fue visto en batín y con manchas de carmín en ambas
orejas, tratando de abrirse camino por los pasillos abarrotados, llamando a la
calma, si bien finalmente (asesorado, eso sí, por uno de los responsables de
seguridad del hotel, el Sr. Marlowe) optó por abrir las compuertas de la Bodega
y permitir que circularan entre la muchedumbre botellas de aguardiente anisado,
lo que sosegó, y mucho, los nervios del personal.
Pero también los
hubo muy emotivos. Cuando el soñador se topaba con su sueño, ¡y lo recordaba!,
entonces había abrazos y palmadas en la espalda, mientras el resto aclamaba con
vítores el afortunado reencuentro.
Evidentemente,
el bramido de aquella jarana acabó llegando hasta la comisaría más cercana, no
tardando en personarse en la recepción del hotel dos patrullas con agentes del
orden. Aunque el Sr. Director se afanaba en convencerlos de que “señores
guardias, esto no es una fiesta”, tras una rápida inspección del lugar,
acompañados en todo momento por el Equipo de Seguridad de GHI (ESGHI), el Sr.
Marlowe y el propio Bertholoff –quien, por cierto, permanecía en batín y con las
mismas manchas de carmín en ambas orejas– abrieron atestado denunciando: “notoria
superación del aforo del recinto y graves deficiencias en cuanto a medidas
básicas de seguridad, como la inexistencia de extintores y de salidas de
emergencias”.
Pero lejos de
que esta visita disolviera la variopinta reunión de seres, objetos y
situaciones, se vinieron a sumar nuevos sujetos a la misma. Hasta allí llegaron
once miembros del Instituto de Investigaciones del Sueño, parte del equipo del
Observatorio Global del Sueño y siete representantes de la Sociedad Internacional
de Patologías del Sueño, y es que, de lo sucedido aquí esta noche, y en esto
coincidirá toda la comunidad científica, no existe precedente alguno.
Tampoco acabó
aquí el visiteo. No había pasado ni veinte minutos del check in de los doctores, cuando llegó, alertados por sus ojeadores
en la red (#sueñostránsfugosGHI), una comitiva de empresarios chinos, interesados
en importar para sus hoteles de Las Vegas y de Guizhou, la cada vez más
admirada y novedosa ética del ocio del Gran Hotel Insolación.
De las últimas
estampas de la velada: el Sr. Bertholoff acogiendo bajo sus poderosos brazos a
los risueños emprendedores, dirigiéndose con ellos hacia su despacho,
imaginamos que para tratar de negocios.
A la mañana
siguiente, todavía se podían ver restos de la noche onírica vivida en GHI, como la botella con barco en su interior, que se
exhibía encaramada sobre una de las columnas de la entrada de este pasmoso
hotel.
我們還打算在中國開設GHI分支機構。
ResponderEliminarPero qué dicen estos tipos?
EliminarPor lo que entendemos, y según dijeron a nuestro Gerente, pretenden abrir en Pekín una sucursal de GHI.
EliminarNoches oníricas como estas ya las he pasado yo en GHI, pero lamento no haber estado allí para participar en tan masivo derramamiento de sueños.
ResponderEliminarPor informaciones recibidas en la redacción de Surrint, todo lo ocurrido se debió a la presencia esa noche en GHI -cuarto 777- del potente y sobre todo peligroso soñador Virgile Novarina, el sobrino-nieto de nuestro viejo amigo Sarane Alexandrian.
ResponderEliminarMe extraña mucho que Mr. Bertholoff haga negocios con los chinos. Más bien habrá intentado cargárselos con una de esas pócimas de absenta que explotan hasta en la barriga más curtida.
ResponderEliminar¿Para qué salidas de emergencia? Lo urgente es entrar en este hotel, no salir de él.
ResponderEliminarSin duda. Los "agentes del orden" que se vayan con la música a otra parte.
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