Marcel Duchamp, en GHI

Marcel Duchamp, en su suite de GHI

GHI recibió este fin de semana la visita de otro de los colosos de los tiempos modernos.

Mucho ha debatido la prensa mundial las razones “verdaderas” de esta actual estancia de Marcel Duchamp en GHI, como si no pudiera explicarla el mero deseo de conocer in situ tan fabuloso lugar.

Velada por no pocos secretos y pequeños misterios, solo nosotros podemos iluminar plenamente esa visita y acallar así tantas habladurías.

En primer lugar, Marcel Duchamp celebraba a distancia, desde hace siete meses, un gigantesco desafío al ajedrez con nuestro Gerente, y el desenlace inminente no podía tener lugar sino en GHI. Es sobradamente sabido que ya se enfrentaron hace unas décadas, con el resultado de tablas por ahogado.

Por otra parte, el estancamiento de nuestra Dokumenta de Arte venía intrigando al Comerciante de Arena, que veía en él un posible rival en el nuevo siglo a su Étant donné.

Ambas razones, sin duda, se unieron a su deseo de reencontrar a algunos viejos amigos artísticos, como nuestro propio Gerente y Armando Azar, y a otros que habían dejado los States, como el Dr. Hackenbush y su rubia esposa explosiva, a quienes Duchamp conocía por separado.

La curiosidad insaciable de nuestro huésped mandó al tren detenerse en todas las estaciones anteriores a la de GHI-término. “¡Esto es Locus Solus superado!”, exclamó en varias ocasiones.

Cerca de la estación de Las Minas, Duchamp tiró de la alarma al ver una increíble figura obesa con armadura y cota de malla que empuñaba una espada con la que parecía desafiar al tren. Su sorprendente parecido con nuestro Gerente le hizo pensar en una broma de este, pero al final se trataba del caballero John Falstaff, quien se dirigía a GHI para desafiar al caballero de Anjou. Subido con grandes dificultades al tren, Falstaff divirtió a los presentes con un concierto de bravuconerías.

El caballero John Falstaff, desprovisto de su yelmo,
en el momento de saludar a Marcel Duchamp
 

Siguiendo su consigna “Contra la prisa, pereza”, Duchamp se demoró una tarde entera en el porche de la estación del Umbral. Allí se sentó a fumarse un habano en una silla de madera, y se puso a imitar con suprema elegancia los movimientos de Wyatt Earp en My Darling Clementine. Falstaff, ya desinquieto y agotadas las garrafas de vino de las Canarias y de Jerez que se acumulaban en la cantina de la estación, le preguntó si estaba escuchando crecer la hierba.

Por fin en la estación término, fue recibido por una entusiasta comitiva que encabezaba un buzo que debía ser el propio Armando Azar. Fue muy divertido ver juntos a Falstaff, Bertholoff, Duchamp y Armando Azar, pero tal espectáculo no pasó de pálido si comparado al que desató la irrupción esplendorosa de Marilyn Hackenbush, que se fotografió con todos y cada uno de ellos.

Del vagón duchampiano, aparte varias toneladas de sal marina, salieron unas cajas de absenta Bella Pandora, en los tradicionales frasquitos de agua de violeta, que Duchamp ofreció a Lady Hackenbush, señalándole que unos contenían absenta, otros agua de violeta y otros sustancias y aromas que él mismo desconocía.

Nuestro Gerente agració a su huésped con una serie de guiños. Así, dispuso una rueda de bicicleta en el centro de la sala de su cuarto (ver foto de cabecera), que además pasará a la historia como “suite Duchamp”, ya que también hizo instalarle una puerta como la de su apartamento parisino, siempre abierta y cerrada al mismo tiempo, y sustituyó las lámparas por mecheros de gas Auer de nuevo modelo.

A la cena, nuestro Gerente hizo bajar a muchas mujeres desnudas por la escalera. Y cuando Duchamp se fue a servir los terrones de azúcar de su café, se encontró con que pesaban como plomo. El anartista disertó luego sobre el Club de los Incomparables (al que convidó a sus amigos de GHI), sobre Jules Laforgue y sobre el erot-ismo como único ismo válido para el nuevo milenio.

En relación con Laforgue, al encomiar su poesía lunar celebró que Insolación haya dado paso a Inlunación. Ya entrando en la materia de la Dokumenta, regaló a GHI una bella composición lunar de François-Louis Schmied, grabada sobre madera, y una serie de rotorrelieves lunares de deslumbrantes colores.

Composición lunar de François-Louis Schmied

Asimismo, nos regaló su legendario molinillo de chocolate, que fue puesto a funcionar en la cafetería de GHI, para regocijo de los presentes. Y dejó firmadas algunas piezas del baño de su suite con tinta indeleble, lo que motivó la queja de las señoras de la limpieza, para regocijo en este caso de nuestro Gerente.

En la sala de juegos, Duchamp, que estaba ganando una fortuna a la ruleta, desapareció como por ensalmo, siendo sustituido por una joven que usaba sombrero y chaqueta masculinos. El Dr. Hackenbush a duras penas no la piropeó, seguramente por miedo de los celos de su esposa, que lo acompañaba del brazo. Sin saberse cómo, Duchamp reaparecería horas después en su suite, siendo inútiles todos los intentos por presentárselo a la misteriosa desconocida, ya que nunca se logró que coincidieran, exclamando a esto, con su habitual flema: “C’est la vie!”

Por la mañana del sábado, Duchamp se dirigió a la cueva de la Playa Insolada, donde estuvo encerrado varias horas, para ejecutar una nueva obra en el estilo de Étant donnés, con la diferencia de que esta ha sido hecha, por decirlo así, a vuelapluma. “Llevaba años pensándola, y solo necesitaba un par de horas para realizarla”. La tal obra, titulada simplemente Inlunación, puede verse a través de una oquedad en la cueva. Nuestro Gerente había recibido las instrucciones para que el cabuquero Nazario, traído de la Isla de San Borondón, abriera una pequeña cueva trasera en que podría trabajar Duchamp. Nada podemos decir más sobre esta instalación, excepto que se trata de una obra de contenido erótico-velado y que podrá ser admirada cuando se celebre la Dokumenta de Arte GHI, la cual incluye un homenaje a Marcel.

Duchamp adelantó que algunos de los mejores museos del mundo han prestado alguna de sus obras para este homenaje, entre ellas, LHOOQ, de la que vaticina creará entre las bellas damas hospedadas GHI la moda del bigotillo. Nuestro Gerente, por su parte, anunció que contribuirá a la exposición homenaje a Duchamp con algunas obras de su atelier. Duchamp se deshizo en elogios hacia su anfitrión, afirmando que era el gran artista de los siglos XX y XXI, porque los integraba a todos. En cuanto a Juan Llampallas, lamentó su ausencia permanente, que lo había impulsado a hacerle el siguiente “retrato compensación”:

Marcel Duchamp,
retrato compensación de Juan Llampallas

Duchamp afirmó tener retratos compensación de todos sus amigos insolados, excepto de Marilyn Hackenbush, “porque sería un sacrilegio profanar tanta belleza”.

La tarde y noche del sábado estuvieron dedicadas a la gran final ajedrezística, que se resolvió con un jaque mate de nuestro Gerente, recibido con gran deportividad por el Maestro Duchamp. Nuestro Gerente, de inmediato, desvió los aplausos del público hacia su invitado, quien en las declaraciones inmediatas afirmó que Don Bertholoff era el mayor genio que había dado este deporte: “Kasparov y Magnus Carlsen son unos párvulos al lado suyo”.

Marcel Duchamp, en el momento de la inevitable jugada
que propiciaría el jaque mate de nuestro Gerente

El domingo fue de playa (con un banquete de mariscos), pero al visitar Marcel Duchamp por la tarde la pinacoteca de nuestro Gerente y este exhumar algunas de sus muchas copias, el artista y crítico R. Mutt descubrió un cuadro que nos deparaba una sorpresa. En él se ve a un caballero antiguo rodeado en una playa de unas bellas damas desnudas. “¡Pero si este caballero es don Fernando Mil Pessoas!”, exclamó la huésped del cuarto 11. Nuestro Gerente reconoció que se trataba de una copia suya de un cuadro del portugués Columbano, con la Torre de Belém al fondo, tratándose pues de una playa del río Tajo o Tejo. Aún no hemos podido localizar a don Fernando para que nos confirme si en verdad se trata de él.

Bertholoff La Menthe, cuadro de Columbano Bordalo Pinheiro

Lo único que lamentó Monsieur Duchamp fue no haber podido ver la caravana de RRR, para saber si eran ciertas las sospechas del poeta duchampiano José Duna (de quien, por cierto, elogió sus “requintados ritmos”). El Dr. Hackenbush se deshizo en explicaciones, y al parecer es que se encuentra para reparaciones y mejoras artísticas en unos laboratorios subterráneos de la playa, a los que ni él tiene acceso.

¡Inmortal visita de Marcel Duchamp a GHI!

Reportaje de GHI. Trabajo fotográfico de Joaquim Dinis.

Comentarios

  1. ¿Pero al final en que quedó el desafío de Falstaff y Anjou?

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    1. Podemos decir que acabó en tablas por ahogado, como en el ajedrez, y también que fue una vergüenza.
      Yo lo seguí durante más de dos tediosas horas en que recorrieron el hotel sin hacer otra cosa que darse mandoblazos. Al final vinieron a parar al estanque de los cocodrilos, donde Falstaff se cayó estrepitosamente primero y luego lo hizo el Caballero de Anjou por pisar una cáscara de plátano.
      Lo único divertido fue la rabieta del señor Gerente porque que a uno de sus queridos cocodrilos se le partió el diente al ir a morder a Falstaff.

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    2. ¿Qué quiere decir que se le partió el diente? ¿Que solo tenía un diente?

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    3. Cualquier torpe puede darse cuenta de que quise decir "uno de sus dientes". En seguida el Dr. Hackenbush le puso un implante.

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    4. Tengo que decir que el Joven Argonauta no ha sido muy objetivo. Yo también presencié el combate de los Caballeros y de empate nada. Claramente salió victorioso el Caballero de corazón alado, que por cierto, no pisó una cáscara de plátano sino una piel de mandarina, y tampoco se cayó al estanque, sino que se tiró de cabeza en un honorable gesto de salvar a su contrincante.

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    5. Por lo visto, cada uno lo vio a su manera. Debieron nombrar algún juez, ya que no hay normas claras como en el ajedrez. Lo que yo vi, y me precio de objetivo e imparcial, fue a Sir John, harto de combatir con ese caballero angelical que solo sabía luchar a la defensiva, arrojarse al estanque para enfrentarse a los cocodrilos, por si fueran mejores rivales para él. El caballero angelical se estaba dando la vuelta para huir del estanque, ya que habían asomado dos cabezas de cocodrilo, y entonces fue cuando tropezó en una cáscara que no importa si fue de plátano, de mandarina o de níspero. Y fue Sir John quien, tras hacerle perder un diente al cocodrilo más feroz, ayudó al caballero angelical con su espada para que pudiera salir del estanque.

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    6. Estimado Sr. Anónimo IV,
      Por lo que usted relata, debo concluir que hemos estado en estanques diferentes.

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    7. Todo lo que ustedes quieran, pero lo que me gustaría saber es cómo salió Falstaff del estanque. ¿Es que había una grúa a mano?

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    8. Señores, ya que ha levantado tan inusitada polvareda el combate entre Sir John Falstaff y el Caballero de Anjou (de haberlo sabido lo hubiéramos organizado al modo del desafío Johnson-Cravan, que por cierto acabó también en tablas), hemos de decirles que acaba de subirse a nuestras páginas de Facebook y Twitter una grabación íntegra de dicho combate, transmitida por el Dr. Manga Ancha, maestro de la locución deportiva y fiel amigo de GHI.
      En ella se apreciará que se trató de un duelo admirable, verdadero alarde de fuerza, técnica y coraje, y que no cedió en emoción a la terrible partida entre Duchamp y nuestro Gerente. El desenlace, objeto aquí de algunas burlas, fue grandioso, con ambos héroes enfrentándose valerosamente a los feroces cocodrilos.

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    9. Puedo dar crédito de la versión oficial de GHI. Vi a cámara lenta el gran combate y se aprecia al final cómo Falstaff hace un gesto de aborrecimiento, como cansado de tanto mandoblazo inútil, y se lanza al estanque. En seguida se ve hacer lo mismo al caballero de Anjou. Congelé la imagen y detecté en el borde del estanque una cáscara de aguacate (por tanto no era de plátano, ni de mandarina, ni de níspero), PERO QUE EL CABALLERO DE ANJOU NO LLEGA A PISAR.
      Ahora bien, el momento insólito, que descubrí también gracias a la moviola, fue cuando se advierte sin márgenes de dudas que asoma del agua la cabeza de un tiburón. En ese estanque solo faltan las pirañas, si es que ya no las hay.

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  2. Por cierto, que se prepare GHI con la visita del Caballero Falstaff, hombre como es sabido de una voracidad insaciable.
    Las despensas insoladas tendrán que duplicarse, y el señor Gerente que ponga a buen recaudo su fabulosa vinoteca.

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  3. A mi regreso de un viaje de barco a Madagascar, me encontré con este reportaje que los muchachos de GHI han dedicado al artista moderno Marcelo Duchamp. Cuál sería mi sorpresa al toparme hacia el final con ese viejo cuadro en que se retratan los tiempos de mi mocedad. ¡Dónde va ya todo eso! En efecto, ese soy yo con las ninfas del Tajo, en una playa de Lisboa.
    También ha sido una alegría saber que el caballero Falstaff se encuentra en GHI, y espero visitarlo esta misma semana, ya que fuimos amigos hace mucho, mucho tiempo. ¡John Falstaff!¡Las cosas que hemos visto!

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  4. Gracias también a Monsieur Marcelo por su cuadro dedicado a la luna, esa santa vigía de nuestras orgías, ese embarcadero de los grandes misterios.

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