Empieza a
llamar la atención la cantidad de equipaje “olvidado” que se va entongando en
los trasteros de GHI. Se trata de maletas y bolsos que el personal del hotel
encuentra en las habitaciones de huéspedes que desaparecen sin dejar aviso,
abandonando en ellas todas sus pertenencias.
La Dirección
ya está al tanto y si bien no está por la labor de dar una solución al enigma,
es verdad que el Sr. Bertholoff no puede ocultar en estos días cierto
desasosiego ante la posibilidad de encontrar la respuesta en el foso de
cocodrilos y en la piscina de las pirañas.
Pues por lo
visto, en esta zozobra se hallaba, cuando en uno de sus paseos vespertinos,
exactamente en el km 5,2 de la Playa, se topó con uno de los clientes
esfumados, el de la habitación 21. El hombre estaba cobijado en un sencillo
pero espacioso castillo de arena,
esforzado en ordenar y catalogar las miles de conchas marinas que lo
rodeaban, de entre las que sobresalía un fantástico amonite gigante y dos nautilus
también enormes. Esclerocronólogo de profesión, el hallazgo de aquel amonite de
más de 500 años, además de la idea de poder encontrar más, fue lo que provocó
que trasladara su estancia de la cómoda habitación del hotel a aquel paraje,
según le contó él mismo al Gerente. Mientras el día lo dedicaba a la búsqueda
de nuevas conchas, durante la noche trabajaba en la creación de un artilugio,
un lector de caparazones de moluscos, hecho a partir de la estructura de un
gramófono, en el que la aguja debía recorrer las estrías de las conchas para leer
toda la información contenida sobre climas remotos y temperaturas antiguas.
Bertholoff se
despidió del 21, no sin antes asegurarle que le haría llegar con un camarero el
desayuno y la cena hasta allí, para que no interrumpiera sus indagaciones.
No había
pasado más de tres días desde este episodio, que sentado el Sr. Director bajo
la sombra del exuberante parral de la alameda de las Bodegas, mientras tomaba
una copita de palo cortado, una sacudida de la parra desató sobre su cabeza una
fina lluvia de uva blanca. Cuando miró hacia arriba, la sorpresa fue mayúscula
al ver las caras asomadas, entre las hojas y racimos, de otros dos de los
huéspedes desvanecidos: la de la 30 y el de la 51.
Habían llegado
allí la noche de la “luna de sangre”, cada uno por su lado, buscando algo de
soledad para el avistamiento del fenómeno, pero ya se sabe, el encuentro en un
lugar inusitado también puede ser una llama, y ahora en idílica reunión,
autoproclamados “astrólogos del adoquinado”, compartían su entusiasmo por el estudio
de la incidencia de la luz a través del enrejado de la parra en el empedrado
negro de la avenida. Ya llevaban registradas numerosas constelaciones, como la
referida en la foto cedida por la peculiar pareja, y también novedosos
alfabetos lumínicos, que continuaban explorando.
Bertholoff se
bajó de la trepadora lo más elegantemente que pudo, no sin antes comprometerse
también con ellos a que les haría llegar de algún modo las comidas de la media
pensión que les correspondían.
Aún siguen
ilocalizables varios huéspedes, como el de la 33, el de la 27 o la de la 18,
por lo que desde esta redacción seguiremos atentos para darles inmediata
noticia de su encuentro, tan pronto como éste suceda.
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Constelación de Corinto |
Me parece bien que se hable de los huéspedes desaparecidos, pero ¿por qué nadie dice nada de los huéspedes APARECIDOS? En efecto, varias veces me he encontrado en mi cuarto al Capitán Gregg y a la señora Muir, y en una de ellas refocilándose en la cama. Por desgracia, cuando aviso a recepción y vienen a ver, ya se han desvanecido. Sé de otros casos, por lo que pregunto: ¿nadie va a tomar cartas en el asunto?
ResponderEliminarDado el conocido talante liberal de nuestro Gerente, GHI se despreocupa tanto de los desaparecidos como de los aparecidos. Incluso uno de nuestros mejores amigos, el señor Mil Pessoas, no es otra cosa que un superaparecido.
Eliminar¡Pues no teníamos suficiente con los que se han dado a la vida bohemia, sino ahora también con los fantasmas enamorados!
EliminarPara mí son más problemáticos los aparecidos que los desaparecidos. En concreto: ¿de dónde ha salido ese nuevo botones llamado Jerry, que es una verdadera calamidad? Supongo que lo habrá enchufado la señora Hackenbush (de la que dicen que es quien verdaderamente está llevando las riendas de GHI), ya que no veo otra explicación a que tamaño incompetente lleve cerca de un mes cometiendo infinidad de desaguisados por aquí, sin que ni siquiera le llamen la atención. Que le pregunten a la huésped del cuarto 11, a don Manzano del Peral o al señor Mil Pessoas.
EliminarNo sé de las experiencias de estos señores pero yo sí les puedo asegurar que Jerry es un desastre. Nada más llegar al hotel, se empeñó en llevarme el equipaje y acompañarme a mi habitación, a lo que accedí, pese a la desconfianza que tengo hacia este servicio. Pues bien, llevábamos media hora caminando (tiempo que ya me estaba pareciendo algo excesivo) cuando se detuvo, me miró y me dijo: "señora, nos hemos perdido".
EliminarSeguimos dando tumbos dos horas más hasta que cayó el sol. Esa noche la tuvimos que pasar a la intemperie, cerca del Robledal, hasta que a la mañana siguiente ya nos encontró el equipo de seguridad, que por cierto, éstos también se las gastan.
En fin, para ser de las primeras vivencias que uno tiene cuando llega a un hotel, deberían esmerarse algo más en su formación.
¿Pero es que nadie va a hablar de emprender la búsqueda de Armando Azar, el verdadero desaparecido de GHI; para que, de una vez por todas, restituya a sus verdaderos dueños los equipajes que lleva desvalijando desde hace tanto tiempo?
ResponderEliminarPues yo creo que el verdadero desaparecido de este hotel es ese Llampallas, ¿este señor existe realmente?
EliminarHay que ser ignorante para dudar de la existencia de Juan Llampallas. ¿Para qué tiene usted en este sitio de GHI el ejemplar del Almanaque Insolación? Juan Llampallas es una de las personas más existentes del mundo, aparte el señor Mil Pessoas.
EliminarMe olvidaba: o mucho me equivoco o ese comentario contra Armando Azar es obra de José Duna...
EliminarHola, quiero romper una lanza por mi botones Jerry. A la señora que protesta le digo con todo respeto que a mí me hubiera parecido una aventura maravillosa quedarme una noche imprevista en el Robledal. Creo que a usted además le resultará algo memorable y digno de ser contado. Jerry es un buen muchacho, todo corazón, aunque esté tan en el aire. Tiene enamoradas a todas las celadoras de nuestro GHI, por su carácter dulce y tierno.
ResponderEliminarCreo que es cierto lo de que esta bella señora es quien está dirigiendo GHI. A su orondo Gerente me lo encuentro siempre en la azotea, o paseando mientras se fuma un puro o sentado bajo una palmera bebiendo coñac, o algún cóctel extraño.
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