“¿Volverán las tribus mongoles a escalar mis
desgastadas y cansadas piedras?”
Con
el paso de los años, las circunstancias la habían obligado a desarrollar
diversas técnicas de tortura, como el aumento del grado de inclinación de los
tramos escalonados o el incremento de la temperatura de la piedra, como sucedió
aquel glorioso día de agosto que alcanzó los 51 grados, provocando un golpe de
calor masivo.
En
más de una ocasión, se sorprendía del regocijo que sentía al imaginar su propio
desplome, desapareciendo en la caída junto con todos sus visitantes, y es que “¿quién
no ha fantaseado alguna vez con deshacerse de alguien?”, se preguntaba siempre
la Gran Muralla China durante la franja horaria de mayor afluencia de turistas.
Y es
que ciertos sucesos ocurridos en distintas partes del planeta, hacen sospechar
del inicio de una rebelión, o por lo menos de un hartazgo.
Puede
que todo haya empezado en París. Es sabido que las Quimeras de la Catedral
llevaban tiempo conspirando para urdir un escarmiento contra los miles de
viajeros que hacen cola a diario ante sus puertas con la única intención de
invadir, como una marabunta, irrespetuosamente su casa. Si bien a muchos lo
sucedido les ha parecido algo excesivo o desproporcionado, tampoco debe
extrañarnos el jolgorio y la fiesta con la que celebraron las bestias el
incendio provocado, que vendrá a darles, sin duda, un tiempo de merecido
descanso.
En
Venecia, mastodónticos trasatlánticos desorientados por unas ondas emitidas
desde el Campanile y la Torre del Reloj, se suben a los muelles y a las plazas,
arrasando con todo lo que encuentran bajo la quilla, a la vez que saquean a los
boquiabiertos cruceristas, dejándolos con muy pocas ganas de volver a la
romántica ciudad.
También
los volcanes de distintas partes del mundo, que parecen haberse puesto de
acuerdo en batir sus coladas y que amenazan en enfriarlas en las aguas cloradas
de las piscinas infinitas de los muchos resort de lujo que invaden la costa, se
suman a esta confabulación.
Aunque
sin duda, lo más alentador de este levantamiento es la reaparición en el mundo
de la hostelería del Dr. H. H. Holmes, quien ya ha puesto en marcha un
ambicioso proyecto para la recreación de su legendario “Holmes Castle” en los
principales destinos turísticos de este globo terráqueo.
Esperamos
que el Sr. Bertholoff lo invite en breve a GHI para un fructífero intercambio
de ideas.
Hola, ¿podrían decirme si este Dr. Holmes es familia del famoso detective?
ResponderEliminarDebe serlo, porque si no entre él y Watson ya lo habrían metido entre rejas.
EliminarNo doy crédito a lo que acabo de leer. El turismo está salvando la economía mundial, y ustedes publican este artículo infame, tan solo porque GHI no pasa de ser un hotel de excéntricos y no de turistas.
ResponderEliminarOk, yo detrás de esta página veo a la célebre huésped del cuarto 11, cuyo humor negro me viene enervando desde que sigo este boletín.
EliminarYo adoro el humor negro de la huésped del cuarto 11, por no hablar del de Falstaff y el de mi marido, que me suele regalar perfumes venenosos y poner arañas viudas en la cama.
EliminarDudo de la autoría de la huésped del 11, pues ella misma se encuentra estos días ejerciendo de turista en unas playas del Atlántico meridional. Se la ha podido distinguir bajo una gruesa capa de protector solar, mientras construía varios montículos con piedras apiladas y se hacía los selfies de turno.
EliminarEl sitio ideal de una sucursal del hotelito de Holmes podría ser la Hacienda de la Media Luna. Así tendrían en que ocuparse Armando Jr. y el viejo Falstaff, que no disparan chícharo como ayudantes del agrimensor K., quien sigue a fecha de hoy aún intentando comunicarse telefónicamente con el Gerente de GHI. Y ya lleva tres semanas en la Hacienda de la Media Luna.
ResponderEliminarPues al que ya he visto un par de veces de charla con Bertholoff es a este Dr. Holmes, y parece que algo se traen entre manos. Al resto solo nos queda esperar para saber quién, cómo y cuándo.
EliminarCircula un manifiesto que está siendo firmado por las principales maravillas y monumentos de este mundo que propone establecer una distancia de seguridad de 5.000 km entre los turistas y ellos. Los últimos en sumarse a esta petición han sido el Everest y Chernóbil.
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