Ahora
sabemos que Juan Llampallas recorría el mundo en busca de lugares remotos a donde
llevar como viajeros a aquellos huéspedes de GHI que, a pesar de las
incontables atracciones maravillosas de que pueden disfrutar entre nosotros,
acaban dominados por el esplín, viejo mal de nuestra civilización.
Por
razones de sobra conocidas, desde hace año y medio los huéspedes de GHI no han
vuelto a sus lugares de residencia. A la vez, gracias a los servicios médicos
del Dr. Hackenbush, nadie ha muerto en este año y medio en GHI, por lo que ni
siquiera se proporciona a los huéspedes el placer de encontrarse con nuevos
visitantes, al no producirse ninguna vacante en habitaciones ni bungalós.
Nuestra
gerente, en colaboración con Juan Llampallas (siempre vía telefónica), ha
trazado un complejo mapa de excursiones, que acaban de comenzar hace unos días.
Se
viajará en el Globo de José Duna y en un fabuloso zepelín indestructible, de
alta capacidad, que el Dr. Hackenbush ha reconstruido en sus establos (los
caballos han sido trasladados a Rosebud, aunque muchas veces corren sueltos por
la playa).
Ya estaremos situados cerca de la isla de los abismos, o sea Tsalal. José Duna quiere comparar su agua con la de Canterel, mientras que Armando Azar busca ahondar los estudios lingüísticos del nombre de la isla. Situada sobre un mar negro, no congelado, la isla abunda también en peñascos extraños. Nuestros pasajeros se hospedarán en las cuevas de la aldea de Klock-klock. Para nuestro doctor Hackenbush, el principal motivo de estos viajes está en conocer al albatros negro, y como en Tsalal hay horror al blanco, ha dejado en casa todas sus batas.
El
viaje concluirá con una estancia de duración indeterminada en la suntuosa
Tierra de Presente, allá donde se paran todos los relojes. Armando Azar matará
en este viaje tres pájaros de un tiro, ya que podrá estudiar el lenguaje
musical y el mítico grito Tekeli-li.
Durante
su estancia preparatoria en Tsalal, Juan Llampallas consiguió que cada uno de
los visitantes de GHI pudiera llevarse una de las piedras elípticas con las que
se logran conservar los recuerdos de la Tierra de Presente.
El
único viajero que ya conoce estas tierras polares es el señor Fernando Mil
Pessoas, pero como quería “matar saudades”, ha sido gentilmente invitado por
José Duna a su Globo. Sirve además de inmejorable guía, ya que lo que es
Llampallas, hasta ahora ni se le ha visto el pelo.
Es curioso que nadie mencione el incidente sufrido por la Huésped de la 11. Será para evitar la mala prensa, supongo.
ResponderEliminarResulta que durante la visita a Tsalal, se entretuvo más de la cuenta en la medición de uno de los abismos de la isla (le había prometido al agrimensor K llevarle estos datos) y cuando regresó al punto de reunión, ya el grupo había partido sin ella.
Dispuesta a no quedarse en aquella isla fúnebre, decidió tirarse al mar y tras varias horas de nado a crol y otras tantas estilo mariposa, supo que atravesaba el Mar de las Palabras Congeladas, pues flotaban por todas partes a su alrededor. Trepó a la más grande que vio, “otorrinolaringólogo”, y sobre ella navegó varias jornadas. Llegó a una playa de arena amarilla y caminó tierra adentro durante dos puestas de sol hasta que se topó con un cartel que decía: “Usted se encuentra en Lotófagos”.
Aunque ya nos ha llegado una reclamación, de su puño y letra, instando al organizador de estas excursiones al recuento de pasajeros en cada embarque, por el momento, nada más se ha sabido de la Huésped de la 11.
Tengan en cuenta que esta noticia de GHI fue emitida cuando nos encontrábamos aún en Kosekín.
EliminarPor lo que sé, la Huésped del cuarto 11 se ha quedado a pasar el verano en la Isla de los Lotófagos.
H11 alargará su estancia en Lotófagos hasta pasado el otoño. Ha descubierto una plantación de flores de lotos transgénicas que tendrán la capacidad de crear recuerdos ficticios a quien se las coma.
EliminarSin ánimo de parecer quisquilloso, querría puntualizar que mi Globo también puede alcanzar altas velocidades, superiores incluso a las del tan cacareado zepelín del Dr. Hackenbush. Mi Géant tal vez no disponga de una moderna motorización, pero ¿cuántos caballos de fuerza harían falta para emular a mi ave de Roc amaestrada remolcándonos cuando tenemos prisa por arribar a un nuevo destino?
ResponderEliminar¿Acaso el señor Duna espera que nos creamos que tiene un ave de Roc amaestrada? ¿No será esto el borrador de un poema que olvidó incluir en su reciente cuaderno poético Sanatorio San Antonio?
EliminarDicen -y dicen bien- que la ignorancia es atrevida y, a mi parecer, este señor Anónimo es muy atrevido. Que se sepa que mi último poemario no está inconcluso; por otro lado, sí es cierto que un ave de Roc me acompaña desde hace tiempo, desde que nació, después de romper su cascarón.
EliminarSucedió en la Isla del Ámbar Gris, adonde llegué respondiendo a la llamada de mi amigo Simbad: me contaba que había avistado el bazar soñado en las playas de la isla, surtido de infinitas cosas, amontonadas por la marea en las arenas de la orilla.
La visión primera, desde la cesta de mi Géant, fue impactante; luego, ya en la playa, iba sin tino de un lado para otro, llamado allá por un espejo intacto; más lejos, por un vívido maniquí animado por sedas de extraños colores; desde algún otro lugar, por un manzano prodigioso, ataviado con su fruta madura. Pero al ver aquel huevo gigantesco, me desentendí de todo lo demás sacándolo a empellones de mi Globo; eso era lo que había venido a buscar sin saberlo.
Como estaba a punto de eclosionar, me guardé de que fuera mi rostro lo primero que aquella criatura viera, advertido por Simbad de que su instinto la impulsaría a satisfacer su hambre antes de solicitar el calor materno. Había llevado unos pollos asados para la travesía, los cuales le adelanté desde que empezó a agrietarse el cascarón; después, me presenté. Desde entonces, me es completamente fiel, siempre que no me olvide de poner la máquina de pollos asados a funcionar, claro.
José Duna es un adelantado. Lo teníamos hasta ahora en secreto, pero los próximos viajes de GHI serán precisamente al Océano Índico, con estancia en la Isla del Ámbar Gris.
EliminarPor cierto, había olvidado decir en mi comentario anterior que he sido nombrado coordinador de dichos viajes.
Lo que más me admira del Dr. Hackenbush es que haya podido ponerle ventanas al Dirigible GHI. Creo que es la primera vez en la historia.
ResponderEliminarUn huésped ingrato ha lanzado al mar un cilindro de cobre con la ubicación exacta de GHI.
ResponderEliminarHola, soy HUGO Z. HACKENBUSH. Se me ha roto el correo personal, así que escribo desde el ordenador de portería.
ResponderEliminarQuiero agradecer los elogios a mi Zepelín, que aparte ser una monada, con el diseño más moderno que han tenido nunca estos cacharros, en efecto sus ventanales son algo fabuloso. Las mejores son las de la plataforma, ya que podemos ver la tierra acostados cómodamente.
Aprovecho para desafiar a ese quisquilloso poeta Duna a una carrera hasta el Océano Índico. Su pajarraco Roc se va a quedar desalado.
En cuanto al cilindro de cobre, ya lo ha interceptado la Reina de África, cerca de Cabo Verde.
Volviendo al globito de José Duna, da lo mismo que lo arrastre ese pajarraco o un bólido último modelo.
¿Es verdad que José Duna leyó unos poemas monosílabos en Tierra de Presente?
ResponderEliminarCierto. El poema que más gustó a nuestra selecta minoría fue el titulado "Ah!", no solo monosilábico, sino de un solo verso.
EliminarDurante mi estancia en Tierra de Presente me asaltó mi mayor iluminación poética: la comunicación lírica plena ocurre fuera del transcurso temporal. De esa experiencia nacieron mis poemas monosilábicos. Ya tengo más de mil, para mi próximo libro.
EliminarMe cuentan que ya hay un lugar vacante en GHI, ya que el Poeta Tartamudo, en sus vanos intentos de declamar los poemas monosílabos de José duna, cometió suicidio. ¿Es cierto?
EliminarEs cierto que el puesto ha quedado vacante (y ya está ocupado), pero no que Tartamudo se haya suicidado, ya que murió atragantado al no poder recitar "Eh!"
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