Segundo viaje al Océano Índico

Ya los viajeros de GHI se encuentran de vuelta, preparados para la gran fiesta de fin de año.

De nuevo Globo y Zepelín surcaron los cielos como caballeros alados, pero esta vez el capitán Morgan dispuso de dos bajeles para ir de isla a isla: la Hispanolia y un crucero secuestrado en las costas de Tenerife (Islas Canarias) con vistas a trasportar al vasto público que no quería perderse la presentación triple del nuevo poemario de José Duna.

Los únicos ausentes fueron Juan Llampallas, que está siempre ausente, y Armando Azar, que optó por hacer surf para estrenar una nueva tabla psicodélica. Incluso nuestro gerente honorario se trasladó desde la isla de Tongatapu; pese a que la edad y la obesidad aconsejaban que no lo hiciera, ya se encuentra en casa en perfectas condiciones.

Bertholoff, a bordo de la Hispanolia

Armando Azar se quedó por las noches en el monte de Waq para estudiar el enorme árbol cuyas cabezas gritan en los crepúsculos “¡Waq, waq, kallaq!”, llegando a la conclusión de que no hablan en árabe. Próximamente dará a conocer el significado exacto de estas palabras, lo que ha producido gran excitación en los medios de la alta filología exótica.

Como siempre, gracias a Juan Llampallas, los indígenas (en este caso las indígenas, ya que allí solo hay mujeres), reconocidamente hostiles a todos los forasteros, recibieron con toda cordialidad a la embajada insolada.

La presentación de SSA en la Isla de las Aves fue exclusiva para el séquito del poeta y la realizó el loro del capitán Flint. Fue maravilloso escuchar los retorcidos versos de José Duna en medio del vocerío pajaril, para unos armonioso y para otros una barahúnda infernal.

Flint, con su loro recitador

Los viajeros del zepelín asistieron a la presentación en la Isla de los Genios, en medio de las llamaradas de estos. Fue un espectáculo a la vez sonoro y visual, en que los versos de José Duna resultaron también bellamente realzados.

Por fin en la Isla de las Fieras se congregó la multitud del crucero robado. Sabiamente, José Duna leyó los poemas más indicados para combinar con los gritos de las hienas, los rugidos de los leones y los aullidos de los lobos. ¡Asombroso!

Se viajó luego a la Isla del Ámbar Gris, que fue recorrida siguiendo los planos que nuestro amigo Simbad, inolvidable huésped de GHI, había trazado para nosotros. Difícilmente soportamos el intenso olor a almizcle, por lo que fue rápida la visita, que tuvo su momento de mayor esplendor en la playa repleta aún de restos de naufragios (sigue pareciendo un bazar) y a la que llega como antaño el ámbar gris que luego devoran los cetáceos. Es una riqueza al alcance de nuestros viajeros, pero como en GHI se tienen todas las riquezas, algunos se limitaron a llevarse pedazos de ámbar como souvenir.

La gran sorpresa saltó en la Isla del Anciano del Mar. Descubrimos que un viejo indecente había ocupado el lugar de aquel siniestro personaje barbudo con el que solo pudo acabar Simbad. Nos contaron que, preparando este viaje, Juan Llampallas, montado en el viejo, pudo matarlo sin necesidad de emborracharlo, solo recitándole una cuarta parte de “La Divina Comedia”.

El Viejo de los tiempos de Simbad

Concluyó el viaje en la Isla del Alcanfor, que en este caso proporcionó a los viajeros agua de alcanfor de sus árboles para disfrutarla en GHI. Varios karkadanes sembraron el pánico, pero el ave roc de José Duna intervino siempre para ahuyentarlo. Espectáculo maravilloso fue el del ave roc llevándose a uno de los karkadanes para dárselo como alimento a sus crías.

Karkadán dibujado por don Fernando Milpessoas

Para cerrar esta noticia, ofrecemos a nuestros lectores la versión digital de SSA, que ya se ha encaramado al top de ventas poéticas del mundo, arrasando sobre todo el mercado japonés y el ruso:

José Duna, "Sanatorio San Antonio"

Comentarios

  1. No pude resistir a la curiosidad y también asistí al recital de la Isla de las Fieras. Y sinceramente, a mí los rugidos de los leones me parecían más armoniosos que los versos de José Duna.

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  2. Muchos estuvieron más interesados en las evoluciones de Armando Azar sobre las olas que en las presentaciones de José Duna.

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    1. Hombre, claro. Armando Azar es una institución, y a José Duna aún le queda mucho camino por andar.

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    2. Disiento inmediatamente. La poesía de José Duna es el único acontecimiento poético de envergadura en los tiempos últimos. De hecho, desde sus orígenes José Duna se codea con los grandes de Insolación. Basta volver a hojear el primer número de la gran revista.

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    3. ¿Pero la poesía de José Duna es un arma cargada de futuro?

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    4. Vaya, hombre, ahora resulta que aquí escribe cualquier imbécil.

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    5. La hija de Armando Azar es mejor surfista que su padre, que ya peina canas.

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    6. Solo en las olas de izquierda porque en las de pico D. Armando sigue siendo el rey.

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    7. Yo sabía que nuestra querida Huésped del cuarto 11 era una especialista privilegiada del sufismo, pero ahora compruebo que también es una buena conocedora del surfismo. Soy un viejo profesor de la Macaronesia y también advertí lo que ella señala.

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  3. A mí me pareció que no era el loro, sino una cinta magnetofónica.

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  4. ¿Es cierto que el ave roc de José Duna ha sido trasladado por Hackenbush a las cuadras de GHI?

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    1. No, ha sido alojado en la suite Sky Villa, la de la piscina en voladizo acristalado, aunque tengo entendido que su siguiente estancia será en Cocinas.

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  5. Si tuviera que rebatir todos los rumores que circulan sobre la valía de mi obra, no habría encontrado el tiempo necesario para escribir ni una sola línea. Sin embargo, no puedo dejar pasar por alto ese que insiste en que mi último libro me lo dictó el loro del capitán Flint. Categóricamente, no es cierto. Sí debo admitir, no obstante, que no doy por buena una rima hasta que no oigo que al loro le gusta repetirla.

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  6. Como no duermo, decidí aprovechar las horas nocturnas en este magnífico viaje para visitar otras pequeñas islas del Índico. En la primera había una bestia semejante a un caballo. Tenía piernas de perro, erizadas, con uñas afiladas, y su furia fue grande cuando me vio, porque tenía ganas de devorarnos, a mí y a mi barca. Escapé por los pelos de este peligro para pasar por otro en una isla donde galopan caballos demoníacos. Abordé después una isla muy alta en la que se alza una casa donde encontré alimentos fortalecedores y una excelente bebida. La siguiente isla estaba cubierta por un espeso bosque, pero pude llegar a una fortaleza donde solo encontré un gato, un tesoro y un festín que parecía preparado para mí, pero ya yo había cenado. Otra isla, una empalizada erizada la dividía en dos. Un tipo muy gordo lanzaba carneros negros al otro lado y se convertían en blancos, y luego carneros blancos y se convertían en negros. Yo tiré una rama negra y se hizo blanca, por lo que, temiendo cambiar yo mismo de color, tomé las de villadiego. Después pisé tierra en una isla donde todo el mundo lloraba. Y por último di con una isla donde en uno de sus lados brotaba una columna de agua que iba a caer al otro, de modo que pude pasar bajo ese arco sin mojarme. Había una inmensa columna de plata ya en medio del océano, volviendo a nuestro buque, y una voz salía de la parte más alta de la columna dirigiéndose a mí en una lengua desconocida, sobre cuyos vocablos voy a preguntarle a Armando Azar.

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    1. ¿Cómo no me avisó don Fernando, que lo hubiera acompañado en tan fabulosas aventuras?
      Lo que sí puedo yo añadir es que al recitar José Duna el poema 9 de "Das" apareció una ballena blanca cerca de la playa, dando saltos, y que cuando recitó el segundo de "Sanatorio San Antonio" hubo un eclipse y yo y los que estaban conmigo advertimos que una pantera nos estaba acechando.

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